Después de cinco años dándole vueltas, el Gobierno gallego 
decidió ayer remitir al Parlamento el anteproyecto de nueva Lei do Solo, que 
sustituirá a la del 2002, reformada ya ocho veces (sin contar dos adecuaciones a 
la normativa estatal) y, pese a ello, incumplida parcialmente por 244 de los 314 
concellos. Esbozado ante la prensa por el presidente de la Xunta, Alberto Núñez 
Feijoo, y su conselleiro de Medio Ambiente, Agustín Hernández, con ese texto, 
«aberto ao consenso», el Ejecutivo quiere reducir de seis a 
tres los años que, como media, requiere elaborar un plan urbanístico (PXOM). 
Además, pretende que todos los municipios se doten de uno, avanzado o básico, 
antes del 2017, para lo cual ofrecerá sus servicios de redacción a las 202 
localidades de menos de 5.000 vecinos. La norma, asimismo, abre la puerta a 
construir en suelo rústico para «revitalizar» el rural, pero solo inmuebles 
relacionados con el turismo de naturaleza y el sector agroalimentario, o bien 
residenciales vinculados a explotaciones de este tipo.
Planeamiento
Norma más ágil. Es la clave que explica el fracaso de la 
norma actual y la razón de ser de la nueva. La futura Lei do Solo sustituirá el 
ambicioso texto que Cuíña promovió en el 2002 por otro más ágil y fácil de 
aplicar. El paradigma del encorsetado marco en vigor está en las dificultades de 
los concellos para tramitar el planeamiento. En 10 años, solo 70 municipios 
superaron la carrera de obstáculos que plantea la norma para redactar el PXOM, 
una tarea en la que algunos invirtieron más de ocho años. El objetivo es que la 
legislación deje de ser la excusa que explica todos los males del urbanismo 
gallego para ser la llave de su ordenación real.
Construcción
Dinamizar el medio rural. Si de algo pecaba la norma del 
2002 en su redacción original era de un rigor proteccionista que hacía 
prácticamente intocable el suelo rústico. La posibilidad de realizar obras en 
granjas era tan restrictiva que los sindicatos agrarios forzaron una reforma que 
permitió regularizar más de 40.000 explotaciones. Fue la primera de una serie de 
revisiones orientadas a dinamizar el medio rural. La última, aprobada por el 
Gobierno de Feijoo, eliminó la prohibición de construir a más de 50 metros de 
las aldeas para permitir edificar entre casas dispersas de acuerdo con su 
densidad. Para solventar las dificultades de los pequeños concellos, la ley 
creará el planeamiento básico, un instrumento para ordenar los de menos de 5.000 
habitantes y cuya redacción podrán encomendar a la Xunta.
Competencias
Más autonomía local. Fiel a la apuesta del Ejecutivo de 
Feijoo por colaborar con los concellos, frente al paternalismo que censuró al 
bipartito, la nueva norma volverá a poner a prueba la voluntad de los alcaldes 
de aplicar la ley. La Xunta dejará en sus manos la autorización de 
construcciones en suelo rústico vinculadas a actividades agropecuarias y 
forestales, entre otras. Pero también cementerios y depuradoras. Solo las 
grandes instalaciones, como las de uso turístico o ganadero, precisarán 
autorización auotnómica.
Feísmo
Asignatura pendiente. Otro pinchazo de la normal actual y 
un gran reto para la futura. Las dos exigen el remate en condiciones de todas 
las construcciones, tanto las nuevas como las ya existentes. Un paseo por 
cualquier punto de la geografía gallega evidencia su incumplimiento.
Respaldo político 
El aval necesario. El PP quiere para la norma el mayor 
respaldo político, para blindar su perdurabilidad. Será el termómetro para medir 
el margen de acuerdo con el PSOE de Besteiro.
FUENTE: LA VOZ DE GALICIA
 

 
 
